La muestra cultural se materializó gracias al Gobierno Regional de Tarapacá a través de los fondos de cultura del 6 % FNDR, congregando en el poblado ubicado en la quebrada de Aroma -180 kilómetros al noreste de Iquique- sobre medio millar de personas que admiraron el patrimonio musical de los lichiguayos y lakitas, conocieron sobre uso de semillas y métodos de cultivo agrícola para finalmente ver cómo es la preparación de una kalapurka que luego degustaron.
Rescatar y difundir el ancestral intercambio de productos agrícolas, que mediante caravanas con tropas de llamos realizaban los habitantes del altiplano, valles de precordillera y oficinas salitreras; hizo la Comunidad Indígena Aymara de Jaiña en el marco del Día de los Patrimonios.
Más de 500 personas quedaron maravilladas con los atractivos naturales y gastronomía del pueblo, que desea proyectarse como un destino turístico.
La gestora de esta iniciativa Ruth Vilca Vargas, presidenta de la comunidad indígena aymara de Jaiña, indicó que cumplieron los objetivos de mostrar la identidad y atractivos naturales que poseen, uniendo las generaciones para seguir difundiéndolas.
“Se ha cumplido un sueño gracias a la comunidad, difundimos lo que somos y lo que tenemos: nuestros saberes y sabores. Recreamos como eran las jornadas de trueque entre ganaderos y agricultores en el siglo 19 y primera mitad del siglo 20, cuando se llevaba las mercancías a lomo de llamo desde un pueblo a otro. Mostramos nuestra tradición de las fiestas patronales ofreciendo a todos los participantes un plato de kalapurka preparada con la receta e ingredientes de Jaiña”.
Junto con agradecer la colaboración brindada por Sernatur, Inacap, Conadi, Sipan y municipio de Huara, añadió la organizadora que mucha gente fue por primera vez a la localidad y quedó admirada por los atractivos que posee sobretodo en lo agrícola “tuvimos una feria donde invitamos a otras localidades ofreciendo frutas, verduras, hortalizas, hierbas medicinales, todo cosechado de manera orgánica y con semillas ancestrales. Los visitantes adquirieron los productos y degustaron varias comidas típicas”, expresó Ruth Vilca.
CON SABOR A NORTE
Uno de los momentos más esperados por la concurrencia fue la preparación de la kalapurka más grande del Alto Tarapacá, la cual estuvo a cargo de la cocinera tradicional Dominga Castro Mamani junto a Ruth Vilca y la colaboración de alumnos de la carrera de gastronomía de Inacap.
Dominga Castro explicó paso a paso la receta del “caldo de piedra caliente”, mencionando que todos los ingredientes están en el poblado: maíz blanco, las carnes de cerdo, ave, conejo, cordero, llamo; papas, cebollas, ajos y aliños.

Contó que la preparación comienza con el pelado del maíz, para lo cual se usa ceniza de cardón dejándolo en remojo al menos un día, para luego cocerse, lo cual se hace días antes del evento al igual que las papas.
Ambas Warmi Ph’ayiri (mujeres cocineras) indicaron que el único secreto para lograr el sabor característico de la kalapurka es, “prepararla con cariño, usando los ingredientes naturales que entrega la Pachamama en Jaiña”.
Para cocinar las raciones a repartir se utilizó una gran paila, sobre un fogón a leña, donde fueron adicionando los ingredientes ante la mirada de los asistentes que esperaban saborear el caldo hipercalórico. Fueron más de 500 personas que degustaron la kalapurka, mientras banda de bronce y comparsa de lakitas amenizaba con sus sones la jornada, felicitando a las cocineras por el exquisito sabor de la preparación aymara.
INTERCAMBIOS
Fueron varios los aspectos patrimoniales de la comunidad indígena que se proyectaron en esta actividad de manera didáctica, relatados por los propios cultores.
“Mi padre fue uno de los arrieros y estuve acompañándolo en eso de traer mercadería desde la frontera al pueblo para cambiarla por lo que aquí cosechamos. Siendo niño estuve como en tres viajes con ellos teniendo 7 años. Caminar dos, tres días, es un recuerdo lindo, quizás en ese momento no fue grato, pero al recordar es algo lindo que se vivió y se puede contar a hijos y nietos. Me emociona, eran viajes sacrificados, con nevada y lluvia. Tomar campamento donde lo pillara la noche, sin frazada, con puro fuego, es algo emocionante”, fue el relató de Rafael Castro que se escuchó durante la recreación.
Rodrigo Ayma con su familia personificó a los arrieros que llegaban desde Bolivia y el altiplano cargando en sus llamos la quinoa, sal, charqui, papas chuño y brebajes. En la plaza lo esperaba el agricultor de frutas y verduras Sebastián Castro, quien después de un buen “regateo” hizo trueque de parte de su cosecha de choclos, tumbos y maíz por la quinoa, sal y harina de quinoa.
En la parte musical se difundió el lichiguayo, instrumento de viento que surgió en Jaiña en periodo prehispánico que destaca por su sonoridad e interpretarse por comparsas bien armadas, algo que ninguno de los pueblos aledaños tuvo.
El valor patrimonial del lichiguayo de Jaiña fue narrado por el cultor Julian García, mencionando que son los que sacan al Señor del Espíritu Santo en la procesión de su festividad, “por eso al lichiguayo le dicen el baile del patrón. Así como en La Tirana la Virgen del Carmen sale al son de la flauta de los chinos, en nuestro pueblo el Señor sale acompañado por la música que le interpretan sus lichiwayos”.
Explicó que en la comunidad los intérpretes menejaban las entonaciones y así fueron creando música y estilo propio. “Jaiña es el primero que tocó con tres estilos de soneto y luego incorporó un cuarto soneto. Soneto de 4 golpes se ha tocado siempre en Jaiña, otros pueblos no lo hacen, por eso al igual que nuestros ancestros que cultivaron la música ancestral lichiguayo, las nuevas generaciones mantienen vivo su legado e identidad”.